El dilema del MVP: ¿Cuánto es suficiente antes de lanzar?
Si se lanza demasiado pronto, puede no cumplir con las expectativas mínimas de los usuarios; si se demora demasiado, se corre el riesgo de perder oportunidades de mercado. El dilema del MVP.
Definir el momento adecuado para lanzar un MVP puede ser un desafío crucial en el desarrollo de producto.
Si se lanza demasiado pronto, puede no cumplir con las expectativas mínimas de los usuarios; si se demora demasiado, se corre el riesgo de perder oportunidades de mercado.
En esta entrada exploro cómo encontrar el equilibrio perfecto entre lo "mínimo" y lo "viable" para maximizar el aprendizaje y optimizar recursos.
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El concepto de Mínimo Producto Viable (MVP) ha sido clave en la mentalidad de startups y equipos de producto durante la última década.
La idea es simple: en lugar de construir un producto con todas las funcionalidades ideadas y sofisticado, lanzamos una versión básica y funcional que nos permita validar las hipótesis críticas lo más rápido posible.
Sin embargo, aquí surge el dilema: ¿cuánto es suficiente?
Deseabilidad y modelo de negocio
Antes de adentrarnos en el mundo del MVP, me parece importante entender porque es relevante hacer mínimos productos viables para probar las hipótesis de negocio.
El primer concepto que me gustaría tocar es el de la intersección de la tríada del producto y el modelo de negocio.
Cuando construimos productos digitales vivimos un proceso tri-partita:
La deseabilidad, representa el valor que los usuarios perciben en la solución.
La factibilidad, se refiere a nuestra capacidad de construir y entregar el producto.
La viabilidad determina si podemos sostener el negocio financieramente.
El desarrollo de productos exitosos requiere equilibrar estos tres elementos mediante la validación temprana de hipótesis clave. Los MVPs (Productos Mínimos Viables) son herramientas fundamentales para probar las suposiciones de deseabilidad y nos permiten evaluar rápidamente si nuestra solución resuelve un problema real para los usuarios antes de invertir significativamente en desarrollo técnico o infraestructura de negocio.
La deseabilidad es el punto de partida, porque sin demanda del mercado, la factibilidad técnica y la viabilidad financiera son irrelevantes.
Un MVP bien diseñado nos ayuda a validar o refutar nuestras hipótesis sobre el valor percibido por los usuarios, permitiéndonos iterar rápidamente hasta encontrar el ajuste producto-mercado.
Solo entonces tiene sentido optimizar la factibilidad técnica y construir un modelo de negocio sostenible alrededor de la solución.
El equilibrio entre "mínimo" y "viable"
El problema principal con los MVPs es que muchas veces se confunden con productos incompletos o soluciones mediocres que apenas funcionan.

Cuando hablamos de MVP, debemos centrarnos en su significado: mínimo y viable.
Esto implica reducir nuestra visión a su esencia más básica para probar si realmente hay algo que funcione en el mercado.
Un dato alarmante que encontré en un estudio de la firma DigBang, es que el 18% del código desarrollado por startups nunca se utiliza y un 25% de las características lanzadas tienen menos del 5% de uso después de su primer año de lanzamiento.
Esto significa que se gasta tiempo y dinero en características que no aportan valor real.
La clave está en identificar cuáles son las características esenciales que pueden validar la hipótesis del producto sin sobrecargarlo desde el inicio.
Cada iteración debe basarse en el aprendizaje obtenido del feedback real del usuario. Esto requiere una mentalidad abierta y la disposición a ajustar la dirección del producto según lo que los usuarios realmente necesitan y desean.
Por otro lado, hay quienes se obsesionan con lanzar un producto "perfecto", perdiendo tiempo valioso en el mercado y dejando escapar oportunidades de validación temprana.
Para encontrar el equilibrio, es necesario responder tres preguntas clave:
1. ¿Resuelve un problema real?
Antes de construir un MVP, es fundamental asegurarse de que la idea responde a una necesidad concreta de los usuarios.
Un MVP que no responde a un dolor real probablemente fracase sin importar lo bien ejecutado que esté. Una de las mejores maneras de validar esto es con entrevistas a clientes potenciales, encuestas y observación del comportamiento del mercado.
Cómo lo escribí en una entrada anterior (Lee aquí: Solucionando el problema adecuado), definir el problema significa tener una descripción concreta de los dolores que se pretenden resolver en los usuarios (bien sean personas o empresas).
Para esto puedes usar un metódo derivado del design thinking: Problem Framing, que nos permite entender, definir y priorizar problemas de negocio.
Los problemas empresariales de la actualidad son cada vez más complejos y eso hace que sea más difícil articularlos y definirlos con claridad.
Cuando hay ambigüedad y la respuesta correcta no es tan obvia este proceso ayuda a estructurar el pensamiento.
2. ¿Permite medir interacción y aprendizaje?
Un MVP debe ser diseñado para obtener información clave sobre los usuarios.
Si no proporciona insights accionables, no estarás aprovechando su propósito principal: aprender y ajustar.
Para esto, es crucial definir desde el inicio qué métricas se van a medir, ya sea retención, tasa de conversión, feedback de usuarios o engagement con el producto.
3. ¿Es lo suficientemente bueno para que los usuarios lo usen?
Un MVP debe ofrecer una experiencia funcional y atractiva, aunque sea en su versión más básica.
Si la experiencia es deficiente o frustrante, los usuarios lo abandonarán antes de que puedas aprender de ellos.
Aquí es donde entran en juego el diseño UX y la facilidad de uso: un MVP no tiene que ser sofisticado, pero sí debe ser intuitivo y cumplir con su promesa de valor de manera clara.
Errores comunes al construir un MVP
Construir un "producto incompleto" en lugar de una "solución viable"
Uno de los errores más comunes es lanzar un MVP demasiado básico que no entrega valor real a los usuarios.
Un MVP no es una versión beta mal hecha, sino la versión más simple de una solución efectiva que permita aprendizaje.
No se trata solo de lanzar lo mínimo, sino de garantizar que lo mínimo sea suficiente para cumplir con su propósito.
No definir bien las métricas de éxito
Lanzar sin objetivos claros puede generar confusión y dificultar la toma de decisiones sobre mejoras e iteraciones.
Antes de lanzar un MVP, define KPIs clave que te ayuden a medir el éxito, como el número de usuarios activos, la tasa de retención o el nivel de interacción con el producto.
No hablar con usuarios antes de construir
Un MVP no necesita código para ser validado (Lee aquí: Prototipando ideas en 5 días).
Prototipos en papel o entrevistas pueden ser suficientes para probar una hipótesis antes de invertir en desarrollo.
Empresas exitosas han utilizado pruebas de concepto sin una sola línea de código para validar la deseabilidad de sus productos.
Tardar demasiado en lanzarlo
Un MVP lanzado tarde puede significar perder oportunidades de aprendizaje temprano, además de quedar atrás frente a competidores.
La clave está en encontrar el punto medio entre un producto que funcione lo suficientemente bien para generar insights y uno que no retrase demasiado la validación de la hipótesis de negocio.
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Estrategias para definir "cuánto es suficiente"
Un MVP efectivo debe resolver un problema específico de manera simple pero completa.
En mi experiencia, los equipos de producto más exitosos son aquellos que se enfocan en una única propuesta de valor bien definida y la ejecutan excepcionalmente bien, en lugar de intentar abordar múltiples necesidades de manera superficial.
La definición de "suficiente" debe estar anclada en métricas concretas y observables.
Cuando desarrollamos la billetera digital en Movii, establecimos KPIs específicos para cada fase del MVP: número de registros completados, porcentaje de usuarios que realizaban su primera transacción, y tasa de retención a 7 días. Estas métricas nos ayudaron a mantener el enfoque y evitar la tentación de agregar funcionalidades no esenciales.
El verdadero valor del MVP no está en el producto en sí, sino en el aprendizaje que genera.
En cada iteración de producto que he liderado, las mayores revelaciones han venido de observar cómo los usuarios interactúan con las versiones más básicas de nuestras soluciones.
Esta retroalimentación temprana ha sido crucial para pivotar o refinar nuestras propuestas antes de realizar inversiones significativas en desarrollo.
Hay 4 temas que me parecen clave a la hora de preguntarse “es suficiente?”:
1. Adopta el principio de "suficientemente bueno"
No necesitas todas las funcionalidades, solo aquellas críticas para probar tu hipótesis de valor. Pregúntate: ¿los usuarios pueden completar la tarea principal para la que fue diseñado el MVP?
2. Define criterios claros de éxito antes de construir
Preguntas como "¿Qué métricas indicarían que el MVP funciona?" ayudan a delimitar el alcance de la primera versión. Esto evita la tentación de añadir características innecesarias antes de tener validaciones.
3. Usa métodos de prototipado rápido
Testea ideas con mockups, entrevistas, páginas de aterrizaje o pruebas con usuarios antes de invertir en desarrollo. Validar rápido ahorra tiempo y recursos.
4. Recuerda que el MVP es el inicio, no el final
El aprendizaje continuo es clave para iterar y mejorar en cada versión. En lugar de enfocarte en tener la versión perfecta, concéntrate en aprender lo más rápido posible y mejorar con cada iteración.
Airbnb un ejemplo de MVP que evolucionó.
Airbnb
Sus fundadores empezaron con un sitio web simple que ofrecía alquiler de colchones inflables en su apartamento.
Solo después de validar el interés y la demanda, expandieron la plataforma.
Este enfoque les permitió ajustar su modelo de negocio y comprender mejor las necesidades de los usuarios.
El dilema del MVP no es sobre construir lo menos posible, sino sobre construir lo suficientemente valioso como para validar una idea sin desperdiciar recursos.
La clave está en encontrar el balance entre lo "mínimo" y lo "viable" para entrar al mercado en el momento adecuado.
Lanzar un MVP no es el final del proceso, sino el comienzo del aprendizaje. Si se diseña correctamente, un MVP permite a los equipos de producto avanzar con confianza, validar sus suposiciones y mejorar continuamente.
Ahora cuéntame: ¿cuál ha sido tu mayor desafío al definir un MVP?
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Nos leemos la próxima semana.
Oscar Durán - @duranoscarf en instagram, X y Linkedin.
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